El hombre sin recuerdos mira el r�o
y ve que alguien le esp�a desde el agua.
Se apiada sin saberlo de s� mismo
cuando una rana cruza por su cara.
Regresa lentamente hasta su casa
que le resulta extra�a.
El hombre sin recuerdos va a la puerta
cuando abre sin mirar, se da la vuelta.
En el umbral sonriente est� la madre,
suspira mientras mueve la cabeza,
le entrega una cajita de bombones
y �l se da a la perra.
El hombre sin recuerdos y su perra
caminan por el barrio con la fresca,
atada a su cintura la cadena,
est�n de vuelta a la hora de la cena,
se quita el pantal�n por la cabeza
y el resto por las piernas.
Su sombra no le sigue a todas partes
comparten el Alzheimer
y a veces aunque quieren no se entienden.
Cuando uno ya est� al borde de la nada
el otro le sostiene
y el hombre con su sombra se entretiene.
Al hombre sin recuerdos le llevaron
al mismo mar de todos los veranos,
el mar le trajo al pie una caracola
y le arrim� a la oreja de su sombra.
Sobre la espuma blanca de las olas
volaban las gaviotas.
Al hombre no le gustaban las gaviotas
y en un momento que se queda a solas
se aleja m�s nervioso que asustado,
camina hasta sentirse muy cansado.
Hoy viene en el diario su retrato
y �l sigue caminando.